1/5/11

Obsesion.

By Stella Maris.


Obsesión; idea fija que con tenaz persistencia asalta la mente…
Soy culpable de esta obsesión escandalosa hacia los chocolates de frutilla y también hacia los calmantes sabor placebo que me receta mi incondicional farmacéutico…
Ese sabor de sentirse fastidiada por la luz de la calle asaltaba una noche más mis horas de sueño, las vueltas en la cama no eran una excusa muy valiosa para que dejara de estorbar mis ojos esa titilante presencia anaranjada de las ampolletas municipales que como castigo tergiversaron la noche dibujada en mi ventana encerrándome en un sueño prolongado y doloroso…
Un kimono de largas mangas y un obi sencillo eran las ornamentas de mi traje, sentada en una barca vagaba por el rio que conducía hacia los rencores desterrados del infierno cual reina pasea por su comarca; una niña nadaba bajo mi trono acuático conduciendo la barca, semejando la labor de un caballo en tierra y un anciano aconsejaba mi silencioso tono de voz, cual si toda mi vida hubiese transcurrido bajo ese cielo turbio y esas flores de fuego…
- No debe moverse su excelencia, cuide que las aguas no se la lleven – musitaba desesperada la muchacha que nadaba con prisa por las turbias mareas
- Es verdad su excelencia, usted aun no debe terminar aquí su travesía, la dejaremos en un lugar seguro, mientras las fuerzas nos apañen - decía alarmado el anciano, que sostenía con delicadeza las mangas de mi kimono, un poco corroído por las aguas.
Tras nosotros, un escandaloso tumulto de cadáveres nos intentan alcanzar tomando partes de otros cuerpos para estirar sus miembros y lograr tomar alguna prenda de nuestra propiedad. Poco a poco el agua comenzaba a tornarse más turbia y mas viscosa al punto de arrastrarnos al punto más crítico de la huida: mi conductora paulatinamente empezaba a deshacerse cual papel en el agua sin esperanzas de un posible retorno…
- Mi señorita, por favor, cuídese y no deje que sucumba… - suplicaba mientras, sin remedio alguno su cuerpo era absorbido en una estela negra que la arrastraba hasta el fondo, deshaciéndola cual figura de origami ahogada en pegamento blanco…
- No! No te vayas por favor! – gritaba desesperada intentado alcanzar su cabeza ya sin sostén.
- No toques esa agua por favor! – el anciano tomó mi manga con fuerza y me obligó a permanecer sentada en la barca que poco a poco perecía a merced del agua – no hay de otra… - suspiró agobiado por la decisión desesperada que tomó: usando sus huesos ya añejos me tomó en brazos y saltamos los huesos de los caídos hasta llegar a un istmo desierto – hasta aquí llegó mi labor señorita, nos veremos en otra vida – y sacando fuerzas de ultratumba me lanzó despiadadamente hacia tierra segura, dejándome observar cómo desaparecía su persona bajo el poder de esa turbiedad demoníaca que despertaban las aguas del camino al infierno…
Sobre el cielo se dibujaba una flor de cuatro pétalos alargados de tonos púrpuras, brillantes y cegadores en algunas zonas, llamaba a las aguas a la calma…
Al parecer mis ojos no cesaban de llorar porque mi vista se nublaba al son de una voz gutural que cantaba en las profundidades de las rocas, de pronto mis brazos se volvieron pesados y mis piernas no reaccionaban al instinto natural de correr.
- Antes de irte… - una figura tosca se me acercaba respetuosamente, le conocía, sin embargo, mi boca estaba demasiado dolida de tanto gritar – debes siempre recordar, tu camino es el infierno: si tu naturaleza es luz, mis manos te traerán al regazo de Satanás sin remedio, aún sabiendo que no perteneces aquí, por eso… - despojó mi muñeca de los ornamentos y la escondió de los ojos curiosos con un reloj de pulsera. – este reloj te demostrará las consecuencias de tu desobediencia… los minutos se suceden uno al otro, igual que los suspiros de los amantes, las agujas corren sin descanso tal cual lo harás tú mientras buscas refugio en la sombra del os hombres…Sin embargo jamás olvides que tu deseo está pactado, y este reloj será la prueba de que sellaste tu destino…
Acto seguido mis parpados cayeron bajo un profundo sueño mientras pensaba en la cara de Zafiro, el demonio del pacto.
La ciudad de día era un pueblito de tonos grises y altos techos, yacía en un cerro en clavada (tal como menciona dicha canción). Tal parece ser un día triste, y un día muy solo, la gente pasa y pasa a mi lado y mis brazos escuálidos no los siente, la pollera celeste se mece con su parsimonioso andar y el cosquilleo de esa brisa tan usada por sus bocas no me produce cosquilla alguna, me veo inmóvil en un océano humano, similar al océano azabache que se mecía en mi barca.
- Es hora que empiece a moverme – por inercia miré el reloj de plata puesto en mi muñeca, era de mañana, pero el tono monocromo denotaba un monótono mediodía.
- ¿Se puede saber que haces ahí inerte como de costumbre? – un apretón de manos me recibió a la realidad, molesta por sacarme de mi absorto monólogo
- No molestes tan temprano… - comenté molesta al tipo que me hablaba, supuse conocerlo, porque no reaccioné brusca ni atónita, claro que no recordaba su nombre.
- Tu modus operandi para con la sociedad no convence a nadie, dice mamá que debemos ir a hacer las compras - y un tumulto de balbuceos llenó mi cabeza a medida que hablaba aquel personaje… no le di importancia al tema y de manera molesta respondí: “ hazlas tú, hoy voy a caminar”. Acto seguido dirigí mi mirada hacia cualquier sitio y procedí a mover mi tumultuoso cuerpo víctima de una gravedad diferente, “debe ser el cerro” me autorrespondía.
Las calles estrechas relucían de limpias por la lluvia que caía tristemente, no habían árboles ni plantas, solo asfalto y ventanales largos y delgados.
Tic, tac, tic, tac sonaba el reloj de pulsera mientras me retorcía el pensamiento la promesa de nunca quitármelo, bajo ninguna circunstancia… fue así como me atrapó una tormenta, obligándome a escapar de los relámpagos bajo el refugio de una iglesia.
- No debes entrar allí! – y una mano capturó mi inercia dejando el telón en negro…
Desperté en una cristalería, un poco mojada, con la pollera ceñida al cuerpo y mis muñecas desnudas.
- Sáquenme de aquí… -musitaba con los labios pálidos, con un espejo en el techo reflejando mi demacrada presencia – mierda! Y el reloj!
Espantada recorrí con la mirada donde podría estar, hasta que la cortina se movió y un conejo de traje se me acercó con los ojos rojizos
- Sabes que ocurre cuando me desobedeces? – y de pronto en el espejo se reflejó a una mujer, anciana y golpeada por los años estallando en trocitos de luz
- No merecía morir! Por qué lo hiciste!
- Por desobediente, sabes que todas estas personas dependen de ti? Que el peso de tu conciencia recae en sus alicaídos hombros? Yo que tu no me lo sacaría nunca más – acto seguido el conejo demonio salió por la puerta ancha a brincar relamiéndose los bigotes
Me asalta un recuerdo…
Ese recuerdo fuerte de tu nombre, ese nombre que resuena en mis labios mudos de frio por las gotas de lluvia que corren por mi cara mientras huyo con mi reloj maldito cuesta debajo de toda esa gente estúpida que me acaricia con la mirada frágil y cristalina…
Sentí mis piernas golpeadas por el granizo, el jadeo de mi respiración vaporizándose y mis lentes empañados, pero esa necesidad imperiosa de huir se hacía cada vez mas fuerte hasta llegar a ese claro hermoso que simbolizaba destrucción total.
Llueve con todas sus fuerzas, truenan los techos y el granizo se tornaba más intenso a medida que retrocedía para mirar lo lejano de la ciudad de mis desdichas. Conejo blanco fue a buscar tragedias para alimentar sus bigotes aseados y mi reloj está al revés: son las doce y el sol aun está en su reinado celeste ¿Será que es la hora del té?
- Si he de matarte que sea honrosamente mientras tomamos esas galletas – sugirió elegantemente una anciana desdentada con el cabello desgreñado por la lluvia
- Solo tomo el té con amigos
- Y yo ya no lo soy? - esa voz particularmente sutil remeció mi ser – ni siquiera recuerdas tu nombre, cómo sabes si no…
- Soy tu amiga? – completé la frase. – son dos temas muy diferentes
- En lo absoluto amiga mía – hablaba delicadamente en su desdentada boca, - te enviaron acá para mantenerte segura
- Segura de qué? - los cubos de azúcar se mecían en la cuchara de plata
- Segura de que ese recuerdo fastidioso no te consumiera
- Lucía, Lucía, Lucía – fastidiada empuñaba la taza blanca – cuantas veces he de repetirte que ese hombre no vive aquí, ni en mis memorias ni en mis recuerdos, su nombre se borró del todo de mi ser y mi cuerpo reluce cristalino luego de limpiarme de ese sentimiento
- Yo no lo veo así - y acercó su mano arrugada a la punta de mi nariz – dicen que la verdad se aloja en la punta de la nariz
- En serio? Entonces me das un espejo?
- No lo necesito – su voz se tornó más grave y su cuerpo roñoso se envolvía en juventud y fragancia de hombre, de ésa fragancia… - asustada, hermana mía? Y su voz enfermiza tapó mis oídos
Una lagrima negra rodaba por mi mejilla y el salón de té improvisado de desmoronaba en lodo
- Estás sucia hermanita
- Eres una miserable perra Lucía, cómo te atreves!
- Órdenes de Zafiro, nada más… - y cual suspiro, ese recuerdo se desvanecía en el lodo, dejándome boca arriba mirando el cielo gris, con el reloj del pacto marcando la hora al revés y mi boca muda luego de ver a ese hombre.
Ese era mi deseo: saber de él, oler su aroma a sepia, recorrer sus palabras por última vez…
- Bienvenida a casa su excelencia – Zafiro reposaba a mi lado satisfecho, mostrando los colmillos
- Gracias – me acurruqué en sus huesudos brazos y me dejé llevar por la rapsodia del dolor
Cual reina que regresa gloriosa a su comarca, navegaba las aguas turbias ya calmas con mi barquero.
- Esta sangre de realeza se consumirá…
- En el infierno…
El sueño de este día y de esta noche ha terminado

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