9/6/12

Sobras

Como de costumbre, no sé encausar bien estos desmedros de palabras. Ahora se deslizan veleidosas por las cuerdas de un violín de alguna pieza de la casa donde moro. Podría ser adictivo: claramente la música es una de mis pasiones reprimidas y enclaustradas. Susurran las escaleras, padecen el trastorno de las señoras que se reúnen en las ventanas a hablar sobre momentos perdidos del tiempo y del espacio, de esas instancias que no les importan a nadie, pero les llenan la boca de cianuro, cianuro colectivo, que se dispersa por el aire, a los oídos de más gente, llegando a la lengua. Intoxicación.

Hoy el día es gris. Las pastillas son de colores vivos. No entiendo las intenciones de los anti-gripales ni de la fiebre quisquillosa que carcome mis pies fríos. Es menester empezar a tomarme esto con calma, no sea que los medicamentos saturen mi locura y me hagan guardar el silencio satisfecho de las ideas mudas. Invasión de colores en mi retina.

38°. Paraíso de discusiones tras mi puerta. Perillas desgastadas e inocentes caen añejas. Parecen pedir aceite. Yo les daría calor. Calor intenso. Renovación del metal. En esta casa los sonidos se oyen desmembrados. La cera suaviza los pasos y los tacones no son muy buenas compañeras.

Saturación. Debería empezar a cuidarme. El resfrío no es buena aliada del sermón materno que encausa a mas de dos regiones de mí. Rapsodia de consejos callando toda objeción.

Para todo esto, no queda más que dormir. Sumisión a las cuerdas del violinista frustrado que hipnotiza mis palabras.

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